Artículo del Diario La Nación:
Queen Bess, sencillamente clásica
El bar que estuvo entre los 17 mejores de América latina
24 de agosto de 2002
Una noche del verano de 1957, la dama que acompañaba a un
asiduo cliente interpeló a Manuel Otero Rey, Manolete, que batía sus
prodigiosas mezclas tras la barra de la confitería Queen Bess: "Pero usted
sólo hace tragos para hombres". Manolete, bien curtido por la noche
porteña, se limitó a sonreírle. "Lo arreglamos enseguida", dijo, y a
los pocos minutos había inventado el cóctel Medias de Seda, exclusivo para la
demanda femenina.
El célebre barman brilló allí desde 1955 hasta 1959, es
decir, desde que Queen Bess reabrió sus puertas -con otros dueños y otro look-
en la avenida Santa Fe 868, en la planta baja de un edificio afrancesado de
cinco pisos. Hasta el ´54 había pertenecido a la firma Telmo & Castro.
Ismael Telmo tenía una potranca que pintaba para crack en las arenas
palermitanas, llamada Queen Bess, el apodo de la reina Isabel I, y Manuel
García, el nuevo propietario, consideró que estaba bien mantenerlo.
En cambio, modificó la decoración. Su diseñador se
inspiró en la sala de estar del Cap Polonio, un transatlántico alemán que unía
Europa con América del Sur en viajes turísticos y que fue hundido durante la
Segunda Guerra Mundial.
Casi medio siglo después, la confitería luce
prácticamente igual, con su estupenda barra en forma de S, tal vez la de mayor
tamaño entre los bares porteños, los dos grandes tapices, su piano Gaveau -René
Cóspito lo tocaba en las Tardes de té y melodías - y los cuadros con
escenas de caza ingleses.
Casi desde su reapertura hasta la década del 80 el lugar
fue un "clásico" de Buenos Aires. Manuel García recuerda cuando la
gente empezaba a caer a medianoche. Muchos venían del Teatro Colón, ellos de
smoking y ellas de largo. Tenían que esperar a que se desocupara alguna mesa
"porque esto se ponía de bote en bote". Los viernes había una triple
fila frente a la barra.
"Cómo sería, que se volvió frecuente la confusión
con las bebidas. Que ese whisky es mío. Que no, el tuyo es el de más
allá", ejemplifica.
Al problema le encontró una solución tan sencilla como
insólita: hizo tallar los nombres en los vasos. Muestra uno:
"Ferreiro", se lee sobre el vidrio, en letras grandes.
Queen Bess ("bar y salón de té", reza su placa
de mármol, en la entrada) fue también sitio preferido de conspiradores
antiperonistas, "gorilas" de tupido pelaje. Tenían, claro, una
actitud infranqueable y secreta. Pero el whisky sabía convertirla en comidilla
de todos, difundiéndola hasta en los baños. Le sucedió otra versión, llamada
"fragote", y sus cultores, "fragoteros".
Aun diez años después de su máximo esplendor, un artículo
aparecido en la revista norteamericana Newsweek situaba la confitería entre las
17 más importantes de América latina. El año anterior, el gobierno porteño la
agregó a su lista de 36 bares notables de Buenos Aires.
En la interminable lista de clientes famosos figuran los
actores Hugo del Carril, Mecha Ortiz, Laura Hidalgo, Tita Merello y Alberto
Closas; los políticos Alfredo Palacios, Francisco Manrique y Carlos Perette, y
el ex presidente Eduardo Lonardi.
Entre los deportistas, Juan Manuel Fangio, José Varaka y
Roberto Perfumo. También gustaron de la intimidad de su elegante sala Indra
Devi, Jaime Mora y Aragón, Edmundo Rivero y Lalo Schiffrin.
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